23 de Enero de 2024
Alejandro Castro
Alejandro Marcovich recuerda bien un momento en su vida, a los 21 años de edad, cuando tuvo una revelación sobre el camino que tomaría en el mundo de la música. Fue entonces cuando optó por la guitarra eléctrica, a la que se refiere como el instrumento que ama. Otro descubrimiento que pronto se convertiría en una meta para él sería su interés en la música latinoamericana, con todo lo que eso significa, y en lo que se planteó un reto: “Si el único guitarrista a nivel internacional reconocido como guitarrista latino se llama Santana, tiene que haber otro que haga todo lo demás… Y debe llamarse Alejandro”.
“Yo me imaginé un mundo aparte y ese mundo ha crecido de tal manera que el último disco que hice como solista se llama Alebrije, ya que está plagado de música latinoamericana, cha cha chá, mambo, bolero, música andina, un poco de reggaetón y cumbia… Creo que eso refleja una búsqueda, pero también un encuentro o un reencuentro de tanto folklore argentino con toda la música popular que descubrí cuando llegué a México, ya fuera José José, Juan Gabriel, Manzanero o tríos como Los Panchos y Los Tres Caballeros, además de la música de Veracruz, los danzones y todo ese mundo que me empezó a entrar por los poros, hasta que se fue armando este Alejandro, cada vez es menos menos rockero y más latinoamericano… Pero en realidad es como un matrimonio entre la música latinoamericana y la energía y la electricidad del rock”.
Hace ya una década que Alejandro fue expulsado de Caifanes, la agrupación de la que formó parte de 1989 a 1995, periodo en el que ayudó a definir el estilo musical de la banda, y luego de 2011 a 2014, antes de salir definitivamente del grupo por decisión de Saúl Hernández.
Desde entonces, Marcovich se ha dedicado a la docencia musical, la colaboración con otros artistas y la realización de sus propias producciones, en las que sigue explorando las posibilidades de lo latino.
En cuanto a las alianzas musicales, destaca sus colaboraciones con La Firma y El Plan.
“Nos dimos cuenta de que había una gran cruza de gustos y de conocimiento… Cuando comenzamos a tocar juntos con La Firma nos quedamos helados, porque yo no me imaginé de qué manera aquella guitarra que sirvió para las canciones de Saúl Hernández muchos años antes, de pronto resurgía con esa fuerza, definición y sutileza melódica, en un lenguaje más refinado a nivel de escalas y de otros recursos que tiene alguien como yo, que lo que busco no es apantallar como Jimi Hendrix, Jimmy Page o Slash, con todo respeto, porque la música latinoamericana tiene melodías y yo soy un guitarrista melódico… Ahí es donde yo pinté mi raya con el blues y con toda esa música desde hace mucho”.
Alejandro cuida sus palabras. Se nota que todo el tiempo está reflexionando mientras platica de cualquier tema. Y el show business sale a colación:
“Nunca quise ser famoso o vender un montón de discos; nunca quise eso de fama, fortuna, rock and roll y drogas. O sea, sí tuve fama y mucha venta de discos, pero fue algo que llegó porque éramos muy talentosos y porque hicimos algo que gustó mucho, pero yo no soy de los que buscan eso”.
Hace una pausa mientras le da un sorbo a su mojito y continúa:
“El rock es un género que no habla de nada, más que de lo que tú creas que es la rebeldía como forma de vida, pero mentira, el rock vive dentro del sistema y está corporativizado por monopolios como el que empieza con O… en este país. Y todos los grupos trabajan para eso, y claro, a mí me tocó estar ahí, pero no debemos aspirar a trabajar para corporaciones con refrescos; la rebeldía estuvo ahí en los sesentas, porque había grandes causas sociales, pero hoy en día tenemos una juventud muy distraída de lo verdaderamente importante”.
Durante una de sus últimas estancias en el mainstream, Alejandro tuvo la oportunidad de desplegar su talento y creatividad en buena parte del último disco de Caifanes, El Nervio del Volcán, una producción que lleva su sello impregnado.
“Caifanes sonaba a mí, y no lo digo en plan despectivo, porque amo lo que logramos hacer con las canciones de Saúl Hernández, pero es que ninguno de los cinco era genérico; todos teníamos una chispa creativa, única”.
“Cuando estábamos grabando ese disco -agrega- el baterista (Alfonso André) me dijo: “Ya llevamos muchas canciones con la guitarra muy latinoamericana, ¿no? ¿Por qué no grabas algo más rockero? Y yo le dije que no, porque esa era una vuelta sin retorno. Y le dije: Más bien aprovéchalo, porque esto es un parteaguas en el rock mexicano. Yo lo tenía clarísimo en ese entonces, porque si bien me tardé en llegar a eso, llegué… Fue como llegar a la punta del Everest o del Himalaya después de escalar con frío, con riesgos, con hambre, con mis piernas, con mi estómago y con mi alma, pero no me voy a quedar ahí a vivir… Ahora tengo que bajar y buscar otro lugar y estoy precisamente en eso”.
Y ya metido en esa reflexión, llega a su mente lo que sucede actualmente con Caifanes:
“Cuando ahora mi ex cantante abre su plumaje en los escenarios y exhibe “Afuera” con toda la vestimenta que yo inventé para su canción y la exhibe con todo el orgullo, como si fuera de él y el público se lo festeja eso me parece una de ingratitud extrema, porque si tu propio colega, si tu propio compañero de grupo no te está otorgando tu crédito, ¿qué puedes esperar del público? Son ese tipo de abusos que suceden en el mundo de la creatividad”.
Y así llegamos al inevitable tema del rock mexicano:
“¿Qué pasa en el rock mexicano? Que el nombre de La Maldita Vecindad le pertenece a Roco, que el de Cuca le pertenece a Fors, que el de Maná le pertenece a Fher, el de Caifanes le pertenece a Saúl Hernández y que el de Café Tacuba le pertenece a Rubén… ¿De qué demonios se trata? Por eso en cuanto se le ocurrió a Saúl sacarme del negocio me sacó y el día que se le ocurrió sacar a Sabo Romo lo sacó, porque no vaya a ser que como empleado que eres te tengan que dar hasta vacaciones, quincena y seguro social… Mucha gente me dice despectivamente que Saúl era mi patrón y yo les digo: ¿Por qué no te miras al espejo y te das cuenta de que tú también eres un explotado del sistema? ¿Cómo es que te burlas de mí? Es como quererte ensañar con alguien a quien ves en mala situación”.
“¿Y qué es lo que provoca todo esto? Que en el rock mexicano tristemente esté toda esa cofradía de conveniencia y de intereses comunes entre los músicos con la corporación OCESA, ahora comprada por Live Nation, que es algo de lo que nadie quiere hablar, pero aquí estoy yo para hacerlo”.
Y pone el dedo en la llaga:
“Cuando éste (Saúl) me quiso sacar de la banda en el ‘95 yo le dije: Indemnizame, porque esta marca vale mucho más que cuando yo entré, y yo creo que a muchos de mis colegas les ha pasado eso, que como no hubo una cosa clara desde el principio, pues el día de mañana se pueden quedar sin nada. Galo Ochoa estuvo como dos años en depresión profunda acerca de lo que pasó en Cuca y me dijo en persona que estaba muy triste y que ya no quería tocar… Yo tampoco tengo acciones de la marca Caifanes y sigo trabajando como cualquier músico, no como Saúl Hernández que tiene millones de dólares gracias al trabajo de nosotros cuatro” (Alfonso, Sabo, Diego y Alejandro).
Este 21 de enero, Alejandro Marcovich ofrecerá una masterclass en la Ciudad de México dirigida a guitarristas, músicos y público en general. Se trata de una convivencia en la que cada asistente puede ir por motivos distintos:
“Me he encontrado que de repente levanta la mano una chica que es bailarina, pero que dice que lo que estoy diciendo le resuena en lo que ella hace en su oficio o algún espontáneo o un fan que quiere un autógrafo, pero también hacerme alguna pregunta, por eso lo abro a todo el público, para que no se piense que soy inaccesible, de hecho estamos todos a nivel de cancha, porque de alguna manera es un proceso de aprendizaje mutuo y eso nos iguala a todos”.
El guitarrista le da otro sorbo a lo que queda de su mojito y continúa reflexionando sobre su presente y pasado:
“He tocado en foros para cien personas y en lugares para 70 mil, y no es que una cosa sea mejor o más importante que la otra, porque la dignidad como artista radica en la calidad y en la comunicación entre artista y público”.
Asegura que el momento en el que se encuentra actualmente tiene que ver con cosas de las que se va dando cuenta conforme pasa el tiempo.
“Yo creo que es una cosa que llega con la edad, ¿no? Mírame, ya no tengo 30 años, pero siempre he sido un chico… Sigo siendo un chico, porque me sigo entreteniendo con este juguete que es la música, y un gran estudioso que cuando ya medio sabe algo, busca otra cosa… Y siempre estoy tratando de evolucionar. Y esta búsqueda va a continuar mientras tenga salud y aliento, yo sigo haciendo esto con mucho entusiasmo”.
Y mientras llega el momento de concluir la charla, añade:
“Es mi ilusión que alguien pueda llegar a desglosar y analizar el valor de lo que estoy haciendo, mucho más allá de los reflectores, porque tengo mucho que decir en la música y también en una entrevista, pero en realidad lo que dice un músico lo debe decir haciéndolo”.
* Agradecemos a El Club del Rock & Roll por las facilidades otorgadas para la realización de esta entrevista.