Entre mariachis y alcohol, así se planeó el secuestro de Kiki Camarena

A 39 años del crimen del agente antinarcóticos de Estados Unidos, Enrique Kiki Camarena, El Sol de México indaga en detalles poco explorados del expediente judicial 82/1985. En sus miles de páginas, los involucrados cuentan su versión de un caso que definió, en muchos sentidos, la relación de ambos países para el combate a los cárteles de las drogas. En esta primera entrega, un agente de la Dirección Federal de Seguridad da su testimonio de los días previos al secuestro

El Sol de México

Eran las últimas horas de una fiesta que se había prolongado por casi tres días. El narcotraficante Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto, una de las cabezas de Los Mañosos, años más tarde denominado Cártel de Guadalajara, había ordenado sacar a todos los invitados. Las horas estaban contadas para Enrique Kiki Camarena Salazar, agente antidrogas de Estados Unidos.

Aunque no era el anfitrión, sino sólo un invitado, el capo exigió a sus pistoleros evacuar la residencia y ubicar a los asistentes en el patio. Luego pidió que trajeran un mariachi para que la fiesta continuara y también llamó a Rafael Caro Quintero para que asistiera a la reunión. 

El otro líder de Los Mañosos llegó una hora después, acompañado de 15 guaruras que portaban cuernos de chivo (rifles de asalto AK-47), quienes se ubicaron en la azotea de la casa. 

La celebración era en el domicilio particular del agente de la Policía Judicial del Estado de Jalisco y guardaespaldas de Don Neto, Víctor Manuel López Razón, en la ciudad de Guadalajara. Fonseca Carrillo pidió encerrarse a solas, en un cuarto de la casa, con Caro Quintero, algunos comandantes de la Policía Judicial y agentes de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). 

El escándalo que sepultó a la DFS

Nueve meses después del secuestro y asesinato del agente de la DEA, Enrique Kiki Camarena, el entonces presidente de México, Miguel de la Madrid, ordenó la extinción de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), dependiente de la Secretaría de Gobernación, a cargo de Manuel Bartlett —hoy director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE)—.

La investigación del caso Kiki Camarena, que reveló la colusión de agentes de la DFS con el narcotráfico y la entrega de credenciales de la agencia a miembros del crimen, fue uno de los detonantes de la desaparición de la agencia de inteligencia en noviembre de 1985, que entonces tenía como director a José Antonio Zorrilla, quien cuatro años después fue detenido como autor intelectual del homicidio del periodista Manuel Buendía.

El encargado de ejecutar el cierre de la DFS fue el entonces subsecretario de Gobernación, Jorge Carrillo Olea, quien a su vez fundó el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen).

Rafael Caro Quintero, durante su encarcelamiento en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México.

Era la noche del 3 de febrero de 1985. En ese sitio se definió el plan para secuestrar a Camarena Salazar, el agente de la Administración de Control Antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés), lo cual se concretó cuatro días después, el 7 de febrero.

“Llegó el mariachi y se quedaron como a las tres de la mañana, tomando bebidas embriagantes. Caro Quintero se fue con sus guaruras y Don Neto se quedó como 15 minutos más platicando con sus mariachis y enseguida se salió”, declaró López Razón.

A 39 años de estos hechos, que marcaron un antes y un después en la historia de los grupos del crimen organizado en México, pero que además destaparon el vínculo de altos funcionarios, jueces, agentes de seguridad y policías con capos del narcotráfico, Organización Editorial Mexicana (OEM) tuvo acceso a una copia del expediente 82/1985 sobre este caso, que detalla —en voz de los autores de ese crimen— los días previos al asesinato de Kiki Camarena.

Declaración del agente de la Policía Judicial de Jalisco y guardaespaldas de Don Neto, Víctor Manuel López Razón, en cuyo domicilio se planeó el secuestro.

En la página 37, Tomo XX, Parte B del expediente, López Razón declara ante agentes de la entonces Procuraduría General de la República (PGR). El entonces agente de la Policía Judicial del Estado de Jalisco y guardaespaldas de Don Neto reconoce que participó en el plan para secuestrar al agente de la DEA afuera del Consulado de Estados Unidos en Guadalajara, para luego llevarlo a una casa de Caro Quintero en la calle Lope de Vega 881, Sector Juárez, en la capital jalisciense, donde posteriormente fue torturado y ultimado, junto con el piloto aviador de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), Alfredo Zavala Avelar.

Los Mañosos

Policías Judiciales del Estado de Jalisco que brindaban protección a Rafael Caro Quintero y a Ernesto Fonseca Carrillo se refieren a este grupo de narcotraficantes como Los Mañosos. En el expediente del caso Kiki Camarena en ningún momento se hace mención de esta organización criminal como Cártel de Guadalajara, como años después se le denominó.

Hacia finales de la década de los 80 del siglo pasado, la DEA había bautizado a las bandas colombianas de las ciudades de Medellín y de Cali como cárteles, las cuales estaban encabezadas por los capos Pablo Escobar Gaviria y Gilberto Rodríguez Orejuela, respectivamente.

En una declaración del 15 de marzo de 1985 un elemento de la Policía Judicial del Estado de Jalisco asignado al Grupo Cuarto de Homicidios, cuyo nombre aparece testado en el Tomo X del expediente, se refiere a la banda de Caro Quintero y Don Neto como Los Mañosos. Otros policías procesados también mencionan que a ese grupo delictivo se le conocía como La Maña de Caro o La Maña de Fonseca.

El policía declaró: “Que el comandante de Robos de la Policía Judicial del Estado (…) le manifestó que (…) y (…) con su gente que tenía bajo su mando trabajaban para el grupo de Los Mañosos, recibiendo su pago en efectivo y que de igual forma participaba (…), quien además le manifestó que los agentes del Ministerio Público del Fuero Común del Grupo de Homicidios, licenciados (…) y (…) trabajaban para Los Mañosos interviniendo en lograr la libertad de las personas que eran detenidas y pertenecían o trabajaban para ellos”.

Los Grand Marquis

Símbolo de lujo y poder, el automóvil Grand Marquis, fabricado por la estadounidense Ford Motor Company, fue una obsesión para Rafael Caro Quintero. Con el nombre de Pedro Antonio Santos Fernández, el narcotraficante llegó a comprar, con pagos en efectivo, hasta 30 de estos vehículos en 1984.

Para no “despertar sospechas” del fisco —según su primera declaración a agentes de la Interpol y de la PGR, luego de su detención en San José, Costa Rica, el 4 de abril de 1985 —, el capo adquirió en 1.7 millones de pesos la distribuidora de autos Country Motors, en Guadalajara, que era propiedad de Javier Cordero Stauffer.

La mayoría de los Grand Marquis que compró —narró Caro Quintero en su declaración, integrada en el Tomo IV del expediente— los utilizaba para sobornos: “Un Grand Marquis negro al comandante ‘Paco’ de la DFS adscrito a Durango. Otro al comandante de la Policía Judicial adscrito a Saltillo. Otro al comandante de la Policía Judicial adscrito a Ciudad Juárez. Declara que también regaló camionetas a familiares y personal que andaba de pistoleros”.

Primera declaración de Caro Quintero a agentes de la Interpol y de la Policía Judicial Federal (PJF), en donde el capo dice que “en 1983 comenzó a comprar automóviles Grand Marquis y camionetas Bronco a (…), propietario de la Agencia Country Motors, en Guadalajara, Jalisco, en número mayor a 30”.

Con información de Rivelino Rueda, Roxana González y Karyna Soriano; Gráficos e ilustraciones: Daniel Rey, Alejandro Gómez e Israel Romero

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Expediente Kiki Camarena: Parte 1 – Enriquecidos